Este artículo pretende
aportar desde la experiencia de una sesión del enfoque Hakomi, las enormes
posibilidades que ofrece la utilización del cuerpo durante el proceso
psicoterapéutico.
Para quien pueda tener
conocimiento de la interacción de la mente con el cuerpo, éste nos puede
mostrar y proporcionar acceso a estructuras inconscientes que tienen profundos
efectos sobre como percibimos la realidad distorsionada y como condicionan
nuestro comportamiento.
Durante la sesión, la mujer
que realiza el proceso, toma conciencia a través de su mano izquierda del
condicionamiento de género que ha recibido y que de manera inconsciente habita en
su cuerpo, manifestándose como una clara división entre
su lado derecho e izquierdo, modelos del padre y de la madre interiorizados que
de manera sutil rigen su existencia.
Es importante clarificar que
el significado de la vivencia corporal que se dé en una sesión no es
extrapolable a otra experiencia semejante. Cualquiera que experimente una clara
división entre su lado izquierdo y derecho, no necesariamente querrá decir que
ésta es la expresión del conflicto entre sus figuras parentales interiorizadas,
sino que el significado correspondiente tendrá que llegar a través de la
experiencia durante el proceso.
Mi agradecimiento a Ane
(pseudónimo que he utilizado para garantizar su intimidad) por compartir con
nosotros esta experiencia, en la que su expresión escrita es profunda, sutil y está bellamente expresada.
A MI PARTE IZQUIERDA, A MI MANO
¡Fíjate que imprudencia! Te
he olvidado. No te siento. El día a día, las prisas, el “tengo que”, los
proyectos, el liderazgo, la inercia apresurada que nos arrastra… van apagando
tu presencia en mí. Con tu ausencia que es igual a una “no presencia”, el
descontento llega a mí. No me siento bien, hay algo en lo más profundo que se
expresa y se manifiesta como esa niebla que oculta el brillo de mi ser.
Hoy te he prestado atención,
mano izquierda y me has traído muchos mensajes. Me has despertado ese
sentimiento de inferioridad y de no ser adecuada que como mujer he sentido toda
mi vida y aún hoy lo siento. En lo más profundo de mi código de existencia me
ha quedado grabado que ser mujer es ser menos, es tener que pedir permiso, es estar para ayudar,
es vivir para dar, es que lo importante son los demás, es ser madre entregada,
es que no hay que molestar, es renunciar a ti, es que hay que estar siempre
presente y callando.
Hoy contigo, mano izquierda,
he sentido que era mi madre con toda su crudeza. Eso que nunca he querido ser
es lo que realmente soy. Socialmente y de cara al exterior he superado con
creces la trayectoria de mi madre, pero en el fondo, me siento como ella, actúo
como ella, soy ella con sus limitaciones, ella está en mí.
Hoy me he dado cuenta que
estas dos semanas me ha tocado afrontar trabajos, reuniones, tareas de todo
tipo que he resuelto con exquisita eficiencia. “Ane es una tía súper válida”.
Esta es mi parte masculina, la que he utilizado y desarrollado en mi vida desde
niña para llegar a ser lo que soy hoy y sobrevivir en este escenario de
resultados y afectos condicionados. Cuando mi parte masculina está activa y
recogiendo frutos mi parte femenina no existe; está ahí callada y sumisa
tratando de no interferir y siempre dispuesta a ayudar a esa parte derecha
dominante. A veces se le permite aportar humanidad, cariño, sonrisas y “buen
rollo” a ese hacer tan serio de la derecha.
Cuando le he prestado mi
atención se ha sentido incómoda y cohibida. Le resulta más cómodo permanecer en
ese estado conocido de “segundona”, en el anonimato. El protagonismo le concede
presencia y con ella se ve obligada a sincerarse; ha de ser como quiere ser, ha
de decir lo que siente, ha de elegir, ha de ser clara y trasparente. HA DE SER.
No sabe ser porque ha vivido
de modo limitado, le da miedo todo, no sabe lo que quiere, teme que sus
pretensiones sean una locura, teme que le traten de ingenua, no se atreve a
separarse, se siente dependiente, le asusta lo desconocido, teme que una nueva
vida vaya a llevarle por caminos desconocidos a tomar decisiones impactantes,
teme poner su vida “patas arriba”, es un mar de emociones, sensaciones y
pensamientos confusos.
Se ha atrevido a abrirse, se
ha abierto pero está rígida con mucha tensión. No sabe cómo actuar y está paralizada. La confianza
poco a poco le da ánimos para abrirse más, moverse, explorar y girar; empieza a sentirse bien, ya siente que es alguien.
Percibe cómo la parte derecha le mira desafiante, trata de cohibirle sin
articular palabra (de esa manera sutil que siempre acostumbra a hacerlo). Le
incomoda esa actitud pero puede mantener la calma, se despierta su dignidad.
Hoy la luna es media luna
porque está de media creciente, es el reflejo de cómo me vivo hoy; no soy luna
completa pero hay una parte que inevitablemente camina hacia el crecer en esa existencia que dictamina el ser
completo; también es inevitable traspasar los límites de esa mitad derecha,
para permitir que la luz presente en
ella vaya difuminándose pausadamente en la parte izquierda, que es quien en
definitiva, va a configurar la totalidad del ser.
Precioso y sugerente. Me hace sentir que la sabiduría es algo bien vivo, ahí con ganas de salir al mundo, gracias por ayudarla a surgir y compartirla.
ResponderEliminarGracias Lucie por tu estimulante comentario. Aitor
EliminarHe vuelto a leer lo que un día expresé en este escrito que en tu blog queda aún más bonito.
ResponderEliminarMe gusta y comprendo el sentido de todo lo vivido…todo ese camino que experimentado como difícil, condicionante e insoportable, a veces, me ha “hecho lo que hoy soy”.
Ahora desde este lugar observo y me nace una sonrisa de satisfacción con buen condimento de agradecimiento hacia la vida, que me está ofreciendo este regalo de crecer desde las consciencia.
Gracias Ane por seguir compartiendo tu inspirador caminar. Aitor
ResponderEliminarme parece muy útil para poder recuperarte de cualquier trauma vivido
ResponderEliminar